Nadie sabe exactamente con certeza la razón pero en la actualidad las alergias son un problema mucho más frecuente que en otros tiempos y además aparecen más temprano en la vida.
Existen muchas teorías sobre las causas de este fenómeno que van desde la falta de exposición a los alergenos (el sistema inmune no puede aprender a identificarlos adecuadamente) hasta la sobre-exposición a tóxicos y sustancias nocivas de origen industrial al medio ambiente.
Sin embargo, independientemente de la causa, lo cierto es que hay muchos niños con diferentes tipos de alergias y no en pocas ocasiones los padres están preocupados sobre eventuales reacciones alérgicas que van desde lo que comen hasta aquello con lo que tienen contacto, incluidos los animales.
Así pues, no es infrecuente que los padres de niños alérgicos los mantengan alejados de animales, heno y pasto, todos estos elementos que integran las granjas de contacto pero la verdadera pregunta sigue siendo ¿es esto necesario?
Pues bien, a menos que el niño sufra de reacciones alérgicas severas (que incluyen obstrucción de la vía respiratoria e inflamación de cara, párpados y extremidades), en cuyo caso el médico ya debe haber dado indicaciones explícitas de como proceder y que evitar (dado que las alergias severas suelen ser causadas por un elemento muy bien determinado), la mayoría de los niños alérgicos no presentarán mucho más que unos estornudos o rosetones en la piel (conocidos como habones) cuando están en contacto con los animales de la granja de contacto, el pasto o el heno; síntomas estos que aún siendo incómodos no comprometen ni la salud ni la integridad física de los niños, mucho menos su disfrute del contacto con los animales.
Incluso, hay estudios que sugieren que la exposición progresiva y desde muy temprano a mascotas y animales domésticos (incluidos los animales de granja) puede llegar a ser un factor de protección contra las alergias así como un elemento desensibillizante en aquellas personas que ya las padecen (tanto adultos como niños).
En este sentido las teorías una vez más las teorías sobre la razón de este efecto son múltiples y variadas pero lo cierto es que los datos científicos indican que a mayor contacto con los animales (bien sea en tiempo o en frecuencia) menos eventos alérgicos se presentan, y cuando lo hacen estos tienen menor intensidad.
Dicho esto, y salvo contraindicación expresa del médico alergólogo, la mayoría de los niños con alergias pueden disfrutar de las granjas de contacto y el contacto con los animales sin mayores inconvenientes; siendo incluso esto potencialmente beneficioso para su salud ya que el sistema immune parece aprender a diferenciar las sustancias que producen alergia de una manera más eficiente, reaccionando con menos intensidad a elementos como el pelo, el sebo y las células de origen animal y vegetal.
Ciertamente al principio puede que sea incómodo y las personas alérgicas se rasquen un poco más de lo habitual, pero en definitiva (una vez más siempre que no lo contraindique el especialista), el contacto con los animales de las granjas no suele ser peligroso, e incluso podría ayudar a mejorar la condición del alérgico al punto que en el mediano plazo no presente reacción alguna lo cual redundará en una mejor calidad de vida y más independencia a la hora de entrar en contacto con la naturaleza.
Si su hijo es alérgico y le gustan los animales converse con su médico sobre los potenciales beneficios del contacto con estos y comience con una exposición breve a animales domésticos, incrementando progresivamente tanto la frecuencia como el tiempo, de manera que pueda evaluar como responde la alergia a este contacto; así mismo si tiene la oportunidad de ir a una granja o a una granjita de contacto, haga la prueba; poco a poco se pueden ir desensibilizando hasta que la alergia se mínima o incluso desaparezca por completo.
En definitiva los seres humanos siempre nos hemos beneficiado del contacto y la convivencia con los animales de granja, algo que parece no haber cambiado mucho, aún en el moderno siglo XXI.